de la amargura. El anciano Simeón, en medio de mi alegría me lo advirtió: “Una espada te traspasará el alma”. Así es, hoy compruebo la certeza de aquella premonición, mi hijo, Jesús, avanza con una cruz camino del Calvario. ¡Nunca pensé que, el peso de esos dos maderos, lo iba a sentir en mis entrañas de madre! Es interminable la subida la subida al Calvario, y hoy la sangre de mi sangre, corre a ríos por las calles de Jerusalem, y hoy, la carne de mi carne, se desgarra por el pecado de los hombres, bajo el peso de la cruz. Mi hijo siempre tuvo una palabra para cada hombre, un aliento para cada alma, una respuesta distinta para quien se acercaba a Él. Él que tuvo compasión, con su mirada, nos dice que no tengamos compasión de Él, que nos miremos a nosotros mismos. ¿Era necesario tanto dolor?, ¿por qué tantas caídas?, ¿moverá los corazones de los hombres, este cuerpo dolorido? Despojado de todo, lo contemplo en la tarde del Viernes Santo. Jesús mi hijo, humillado, solo. ¡Desnudo vino Dios a la Tierra! ¡Desnudo sube mi hijo, Cristo a la Cruz! Yo miraba a todos lados, buscaba a mi hijo en la Cruz y encima de ella un letrero: INRI (Jesús Nazareno Rey de los Judíos), ¡Rey de los Judíos! Para mí sí que lo fue, desde el primer momento, ¡Ahora hijo mío, más que nunca eres rey, das el todo por tu pueblo! Al pie de la Cruz María debía recordar las palabras que, Jesús, su hijo, había proclamado en Galilea: “Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios”. Y ahora lo veía allí tan pobre, tan débil, tan abandonado… Y con toda su Fe, reafirmaba de nuevo aquellas palabras: el amor de Dios es para siempre, el amor de Dios se derrama sobre los pobres, sobre todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. El amor de Dios es resurrección y vida para todos los que creen en Él y para todos los que quieran amar como Él… Un Dios que descendió sin ruido a la Tierra, yo como madre no lo entendía, no comprendía el por qué, en ti, Jesús se clavan nuestras penas y sacrificios, en ti hijo mío, desaparecen las discordias y las enemistades. En ti, en tu muerte Jesús los hombres se hacen más hermanos. La Cruz se alza para alcanzar la eternidad, no hay vida sin Cruz. ¡Bajadlo de la Cruz!, no lo tengáis más tiempo, “Todo se ha cumplido”. Lo tuve en mis brazos ¡duerme, mi hijo, duerme mi Señor, descansa! Has cumplido la voluntad de tu Padre, tu Palabra será fecunda, tú reino se extenderá por años sin término ¡duerme mi Señor! Tan sólo en los días de Pascua, comprendí que la forma de Dios era de tal magnitud, que mi hijo se había convertido en el precio del rescate por el hombre. Cuanta alegría sentí en la mañana de la Resurrección, himnos de gloria y de triunfo, que no olvidaremos nunca, que Dios cumple lo que promete y que, a pesar de la Cruz, nos espera una inmensa ciudad llena de luz y de felicidad: el cielo. Nosotros como cristianos hemos de gloriarnos en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo: En Él está nuestra Salvación, Vida y Resurrección, Él nos ha salvado y libertado. Vivamos con María la Pascua de Resurrección y un año más la Virgen de la Alegría, el Domingo de Resurrección nos dé su bendición, para vivir el amor de su hijo Resucitado. ¡VIVE LA SEMANA SANTA, Y LA PASCUA DE RESURRECCIÓN! Vuestro Párroco Carlos Vicente Molina López