peso, y al otro día en la mañana nos encontramos con la terrible noticia de que valía dos centavos el billete, una cosa tremenda, en la noche se derrumbó, y otro día pues ¡ay! decíamos: “Qué hacemos?” –“Pues ni modo, pues vamos a reunirnos a ver qué acuerdo tomamos”, que más allá, qué más acá. Y desconcierto tremendo, y pues naturalmente con la salida de Sanborns, ¿verdad?, hubo alguna desbandada y todo, para ahorita, la cosa ya era como ahorita, ya todos querían ser de sindicatos, estar con el sindicato, porque era el único que podía actuar, el sindicato, porque independientemente quién puede hacer algo, ¿no? Bueno, quién podía en aquellos momentos, por fin, ahora ya somos perseguidos, ahora ya los periódicos ponen una caricatura donde ponen al gobierno de la revolución y a los obreros, un plato de leche y ahora ponen una fiera, león, tigre, yo no sé qué, un animal grandote, que en eso nos habíamos convertido los trabajadores, de tal manera… por la fuerza, ¿verdad?, que ha adquirido, entonces ahora ya somo si fuéramos… y con mucho sentimiento, con… bueno mucho, mucho… Por fin se toma el acuerdo ahí, se hace la junta de la federación de sindicatos, porque cuando hay muchos sindicatos se forma una federación. Cada sindicato manda un delegado ¿verdad?; entre esos delegados íbamos Nachita mi hermana y yo, el compañero Araiza, el que fue mi esposo, del sindicato de zapateros; bueno, de todos los gremios, inclusive del electricista, ¿verdad?, y entonces todos lo discuten y todos discuten y pues unos dicen que hay que protestar, que hay que hacer una manifestación cuésteles lo que cueste, de protesta; y pues yo dije que pues a mi me había enseñado que por medio del sindicato deberíamos de conseguir lo que quería el trabajador y que… y como el alma del sindicato era la huelga, yo proponía que fuera una huelga fuerte, una huelga de todos los gremios y todo eso, bueno pues entonces dijeron: “una huelga general”>> Esther Torres sobre la decisión estallar la huelga general