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Singularidad

eescalanteg
February 01, 2012

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February 01, 2012
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  1. 1 Flujo transparente y Quiebres “El manantial desaprueba casi siempre

    el itinerario del río.” Jean Cocteau Las ideas de transparencia y quiebre se refieren a la trama que constituye nuestras vidas, a la manera inmediata en que operamos en una situación dada, al mundo en tanto vivido y no "construido" mediante abstracciones. A esto designa el know-how (saber-cómo), que se diferencia del know-what (saber-qué), es decir, entre la habilidad espontánea y el conocimiento o juicio racional. "Cuando nos sentamos a la mesa para comer nos dice el complejo know-how que implica el manejo de utensilios, las posturas corporales y las pausas en la conversación están todos presentes sin que exista deliberación". "Podríamos decir - agrega que nuestro yo-almorzando es transparente". Obviamente, si en ese momento empieza un temblor de tierra, se produce un "quiebre" que nos saca de una situación y nos pone en otra también de inmediatez. La situación primera, y la segunda, forman "micro-mundos" y "micro-identidades", y los quiebres son
  2. 2 bisagras que "articulan" los "micro-mundos", y coherentemente, las "micro-

    identidades". Estas articulaciones están "a la base del carácter autónomo y creativo de la cognición en los seres vivientes". En la mayoría de los casos nos manejamos desde la concepción cartesiana, mediante la razón. Si pensamos lo correcto, eligimos lo correcto, hacemos lo correcto, todo debería funcionar, y bien. A menudo hacemos un esfuerzo por “ser” racionales, entender paso a paso objetivamente cada situación que nos toca vivir. Creemos poseer “la verdad” de cómo deben ser los acontecimientos. El entorno está ahí afuera esperando ser conquistado por nosotros, y nosotros esperamos disfrutar del “poder” que ello nos daría. De esto se desprenden consideraciones tales como que la razón es lo fundamental; las emociones asaltan lo racional; nuestras verdades se ven cuestionadas y eso nos enoja; descubrimos que el poder que en un momento teníamos ya no lo tenemos, pasamos de “amo” a “esclavo”; nos olvidamos de la belleza del lugar y de lo afortunados que somos por estar allí y nos ponemos ciegos (de malestar); queremos controlar lo exterior y nos descontrolamos. Pero se puede tener un acercamiento conceptual diferente. Para ello hay agregar un término que postula Heidegger “la transparencia”, la actividad no reflexiva, no pensante del ser humano, para él es “la condición primaria de la acción humana”. En la vida, cada cosa que hacemos en general no es hecha con la atención puesta allí, por ejemplo: manejar un auto, cocinar, subir escaleras, hablar por teléfono, escribir, redactar este texto, salir de paseo por la orilla de la playa, etcétera. Tampoco nos adelantamos al movimiento que haremos a continuación. Éstas características diferencian la acción transparente de la acción racional. Ahora que no lo estemos razonando no implica que no lo hagamos bien. Si manejamos no vamos por ello a no ver un semáforo en rojo, paramos cada vez que hay uno pero no lo hacemos prestándole la atención exclusiva. Nos desplazamos en sintonía con el mundo, sin detenernos a pensar en él. En éste estado “fluimos en el mundo”, ya no hay un sujeto y un objeto, esta separación ocurre cuando sucede un “quiebre” (por ejemplo si casi chocamos con el
  3. 3 auto), ahí nos ponemos conscientes de los movimientos o

    acciones que veníamos realizando. Cuando trabajamos nos ocurre que estamos en un devenir constante, siendo “uno” con lo que hacemos. Actuamos desde la transparencia, no tenemos una verdad única e inmodificable, sino que vamos transformando nuestro quehacer paso a paso, nuestro “estar en el mundo”. Cuando hay un problema y el error emerge en nuestro campo de atención, salimos del fluir y nos lleva a interpretar racionalmente nuestra acción, nos juzgamos (¡qué torpe soy!) y nos culpamos. Pero lo interesante es que lo que permitió este exabrupto fue otro “juicio”; nosotros esperábamos “que todo funcionara bien” o por lo menos esperábamos “no errar”. El error se nos aparece como no esperado y eso nos saca del “fluir”. Hacemos juicios y muchos, sobre lo que es normal esperar, y son ellos mismos los que frente al quiebre, nos llevan a la desesperación. Cuando trabajamos bien no es producto del dominio de la razón, sino de actuar con transparencia. La razón deberá entonces sumarse al todo, y re-ubicarse, donde una buena evaluación, analítica y minuciosa, nos da certezas. A veces nos pasa que atribulados por una situación compleja que nos cuenta asir, decidimos seguir actuando, inmersos en el presente, viviéndolo, sintiéndolo y todo nos resulta bien, repentinamente nos damos cuenta de que lo que tenemos que hacer con respecto al resto de la situación, simplemente surge la sincronización. Por supuesto que existe una gran dificultad para nosotros los seres humanos en “dejarnos fluir”, esto es natural en plantas y animales, pero no lo es para nosotros. La existencia humana nos lleva a hacernos cargo de los acontecimientos, tenemos “intenciones”, actuamos, no podemos descansar en un simple fluir, buscamos, queremos tener un sentido para nuestra vida. Relacionemos ahora lo dicho, con el concepto de “la nada” de Nietzsche. Un “sin sentido” que nos angustia y un accionar compulsivo en busca del mismo sentido que escapará de nuestras manos. ¿Acaso no les resulta conocido? Entonces imaginémonos trabajando, siendo en él, no esperando nada pero viviendo todo, buscando lo óptimo pero actuando desde la transparencia...,
  4. 4 viviendo el presente desprendiéndonos así de lo “no esperado”

    (yo no espero nada ya que mis pensamientos no van hacia el futuro o hacia el pasado), es algo que deberíamos intentar a menudo. Vivimos situaciones de transparencia o de continuidad y de discontinuidad o quiebre. Lo paradójico respecto de estos momentos es que si bien la continuidad prima, la memoria registra especialmente las discontinuidades. Sostenemos que solo emerge la deliberación, la conciencia de lo que estamos ejecutando, cuando este fluir en la transparencia, por alguna razón, se ve interrumpido: cuando se produce lo que llamamos un quiebre. Un quiebre, diremos, es una interrupción en el fluir transparente de la vida. A partir del quiebre de la transparencia, constituimos la relación sujeto-objeto y comenzamos a pensar en cómo re-establecer la transparencia perdida. El modelo de la acción racional, por lo tanto, es un puente que une situaciones de transparencia y surge cuando se produce un quiebre en la acción transparente. El ser humano tiene momentos de continuidad o de transparencia, y de discontinuidad o “quiebre”. Lo más notable respecto de estos momentos es que si bien la continuidad prevalece, la memoria registra especialmente las discontinuidades, los “quiebres”, esas interrupciones en el fluir de lo que nos ocurre. Decimos que vivimos en transparencia en determinado dominio cuando operamos sin darnos cuenta permanentemente de lo que estamos haciendo. Por ejemplo, vivimos en transparencia en el lenguaje, cuando hablamos fluidamente. Decimos, entonces, que tenemos un quiebre cuando nos falta una palabra para expresar cierta idea que queremos expresar. Vivimos en transparencia en nuestro trabajo cuando operamos ciertas rutinas que las ejecutamos casi automáticamente. El quiebre, por lo tanto, no es algo en sí mismo, sino que alguien declara que algo es un quiebre para él/ella. De este modo, nos resulta también fácil comprender que no hay que evitar los quiebres, sino aprender a convivir con ellos: así somos posibilidades para otros y le damos a otros la oportunidad de que sean posibilidad para nosotros. Los quiebres pueden no ser accidentales; pueden ser provocados y entonces constituyen situaciones de aprendizaje planificado.
  5. 5