dice que la representación de lo que llamaremos más tarde trabajo no encuentra mayor cambio en esta etapa. Se establece una gran oposición (retomada de los griegos antiguos) entre el otium apreciado y el negotium despreciado. El trabajo sigue sin determinar el orden social, ni está en el centro de las representaciones que la sociedad hace de sí misma. En este sentido, la idea cristiana de que el trabajo es a la vez un acto divino (la Creación sería un “trabajo” debido a que Dios “descansó el día séptimo”) y un acto humano, porque así se acostumbra a traducir el castigo divino en la expulsión de Adán y Eva del Paraíso: “trabajarás con el sudor de tu frente”, es en realidad una interpretación tardía, moderna (siglo XIX), de las escrituras bíblicas. Ahora bien, será San Agustín quien exprese mejor las transformaciones que se van sucediendo: el otium, sinónimo de ocio cultivado y alabado durante todo el período antiguo, se vuelve ahora sinónimo de pereza. Sin embargo, el trabajo no es todavía valorizado positivamente: lo que llamaremos más tarde trabajo es solamente una ocupación, un instrumento de lucha contra la pereza y hasta contra las malas tentaciones que nos desvían del objeto principal: la oración. Hay todavía un desprecio por la ganancia y un desinterés por lo terrenal. Santo Tomás desarrolla la idea de utilidad común, convirtiendo de esta manera en lícitas cierto número de profesiones, oficios, actividades y tareas. Veamos otro aspecto del asunto. Las formas que adopta el trabajo en la Roma antigua no difieren sustancialmente de las adoptadas en la Grecia antigua. Sin embargo, el tratamiento jurídico aplicado al concepto de trabajo en la Roma antigua sí constituye un aporte. Se destaca la contribución que hicieron los juristas romanos en el ordenamiento de las relaciones económicas, al legitimar los derechos de la propiedad privada, garantizando la libertad contractual. Como los griegos, los romanos consideraban al esclavo una cosa, no una persona. Por lo tanto, no hay relación de trabajo entre el esclavo y su dueño, pues semejante relación es parte del derecho de propiedad privada que un ciudadano puede ejercer. Pero el asunto se complejiza cuando el dueño no ocupa a su esclavo, sino que lo alquila a un tercero. Siendo el esclavo una cosa, será preciso aplicar la forma jurídica del alquiler de cosas. Por ello, el alquiler de servicios surge como un apéndice del alquiler de bienes, aunque en rigor la cosa alquilada no es el esclavo sino sólo su fuerza de trabajo. De esta manera, el esclavo empieza a “comunicar” (transferir) su calidad jurídica de cosa a la actividad de trabajo que ejecuta. En adelante, los mismos términos jurídicos se desplazaron a trabajos que no eran ejecutados por esclavos, sino por personas libres. En dichos contratos, el trabajador no actuaba como contratante sino como contratado, como objeto del contrato, como una cosa cuya actividad constituye la materia del contrato. El derecho romano marca así, el antecedente del alquiler de servicios del derecho civil moderno: la actividad del trabajador, por vez primera, se trata como objeto. La decadencia del Imperio Romano fue también la disolución de una economía de raíces esclavistas. Los latifundios, poseídos por las clases adineradas de Roma y trabajados por esclavos, fueron cediendo paso a un nuevo modo de producción que sería dominante durante el medioevo: la propiedad feudal y la relación entre señor y siervo (durante la época medieval, dos instituciones fueron fundamentales: primero el feudo rural que cobijaba a los campesinos, y posteriormente el gremio urbano que cobijaba a los artesanos). A diferencia del esclavo, el siervo fue, aunque parcialmente, propietario de sí mismo y de los frutos de su trabajo, si bien debía destinar gran parte de su producción a su señor. Los pequeños productores (campesinos y artesanos) contaban, a diferencia de los esclavos de antes, con la posesión de sus capacidades corporales e intelectuales, y con la libertad de aprovechar la propia inventiva e imaginación a fin de aligerar su trabajo. Esta porción de libertad contribuyó a incrementar la ¿Sabías qué…? En el tercer milenio a. C., está documentado el uso de las palancas (la palanca, que transmite fuerza y desplazamiento, es la primera de las llamadas “máquinas simples” usada por el hombre, y resultó fundamental para un sinfín de actividades laborales) lo cual supone el conocimiento de algunas leyes de la física (Arquímedes: “dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”).