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April 05, 2020

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  1. Presentación el texto de Dominique Méda: ¿Qué sabemos sobre el

    trabajo? El concepto actual de “trabajo” En este texto, Méda señala al principio que el concepto de trabajo del que disponemos hoy presenta una doble característica que se presta a ciertos equívocos: 1) Por un lado, se supone que el trabajo está dotado de ciertos atributos (el esfuerzo, la obligación, la transformación creadora de algo dado, la creación de valor, la utilidad, la existencia de contrapartes) como si esos rasgos (que en realidad son actuales) hubieran acompañado al trabajo desde siempre, olvidando así el carácter histórico del concepto actual de trabajo. Cuando señalamos el carácter histórico de “algo” (en este caso un concepto, pero podría ser también una práctica, una institución, una creencia, etc.) estamos queriendo decir que “eso” que ahora en el presente es de una determinada manera, no tiene por qué haber sido así antes, en el pasado, ni tiene por qué seguir siendo así después, en el futuro. 2) Por otro lado, está la idea de que el trabajo hubiera sido en algún momento estropeado. Se plantea así un ideal del trabajo, un “trabajo como debería ser” (como si el pasado remoto representara una «edad de oro» del trabajo, que luego se arruinó). Acto seguido, la autora establece una distinción muy importante entre “sociedades no fundadas sobre el trabajo” y “sociedades fundadas sobre el trabajo”. Cabe hacer algunas aclaraciones. En primer lugar, esta distinción es histórica, en el sentido de que señala una diferencia entre épocas, en las cuales el trabajo cumple funciones bien diferentes. Hubo épocas históricas en las que el trabajo no cumplió un rol fundamental (de allí que las sociedades en dichas épocas no estuvieran fundadas sobre el trabajo), y en cambio en nuestra época actual, el trabajo sí cumple un rol fundamental, que consiste en haberse convertido en el eje ordenador y estructurador del conjunto de las relaciones sociales. Como dice la autora: Nuestras sociedades actuales son sociedades fundadas sobre el trabajo. El trabajo es el fundamento del orden social y determina ampliamente el lugar de los individuos en la sociedad. En segundo lugar, podemos abordar esta cuestión planteando la pregunta acerca del lazo social en distintas épocas históricas. El lazo social es aquel elemento (nuevamente: puede ser una práctica o actividad, una institución o norma, un conjunto de creencias o representaciones, etc.) que sirve para mantener cohesionada a una sociedad. Ahora bien, como veremos, en distintos momentos el lazo social se fue “llenando” con contenidos y significados diversos. Por lo tanto, una manera de leer este texto es rastrear el tipo de lazo social (el tipo de contenidos y de significados) que según la autora estuvo vigente en cada época histórica. La época prehistórica: las sociedades primitivas Cabe hacer aquí una nueva aclaración. En este apartado del texto de Méda (la sección que la autora denomina “Las sociedades pre-capitalistas”), lo que se desarrolla como argumento explicativo es válido tanto para aquel período de la humanidad que los historiadores llaman la prehistoria, como para la situación de sociedades y culturas cuya organización social, incluso hasta épocas bastante recientes, continuaba siendo de tipo tribal (sociedades no occidentales en Oceanía, África o América).
  2. Las sociedades primitivas no están estructuradas alrededor del trabajo: el

    trabajo no constituye aún ese eje articulador y aglutinante del conjunto de las relaciones sociales, que sí lo será en la modernidad. La lógica de una acumulación y de una producción orientada al intercambio (producción que genera un excedente destinado a la venta con el objetivo de obtener una ganancia) no existe. Tampoco hay rastros de una conceptualización sobre el trabajo como actividad penosa ligada a la satisfacción de necesidades. Es decir, no hay un término unitario, homogéneo y sintético que designe todo lo que significamos nosotros cuando decimos la palabra “trabajo”. Podemos decir también que el lazo social se establece principalmente a través de las relaciones de parentesco (consanguinidad). A su vez, en estas sociedades el tiempo dedicado a las actividades de producción-reproducción de las condiciones materiales de vida es relativamente poco. PARA AMPLIAR La prehistoria abarca millones de años, desde la aparición de los primeros homínidos antecesores del homo sapiens, hasta el año 4000/3500 antes de Cristo aprox., momento en que aparecen los primeros documentos escritos (invención de la escritura). La palabra “paleolítico” significa piedra vieja (piedra tallada) y corresponde a la fabricación de utensilios muy rudimentarios; “neolítico” significa piedra nueva (piedra pulida) y corresponde a la aparición de utensilios más sofisticados. En todo este largo proceso, un logro muy importante para la evolución del ser humano fue la domesticación del fuego (su control, dominio y manipulación). En el neolítico (“revolución neolítica”) se desarrollan la agricultura y la ganadería, y el hombre deja el nomadismo y pasa al sedentarismo. La entrada en la historia: el aporte de la Grecia antigua Tampoco en la Antigüedad el trabajo se había constituido en el eje ordenador y estructurador del conjunto de las relaciones sociales. En este caso además, el lazo social es de tipo político. Veamos por qué. Méda nos dice que en la Grecia Antigua se consideraban actividades, profesiones, oficios y tareas, pero se buscaría en vano el término “trabajo”. Ellos disponían de varias palabras que de alguna manera se aproximaban parcialmente a lo que hoy designamos con la palabra “trabajo”, pero precisamente esta multiplicidad de palabras demuestra la carencia de un término unitario, homogéneo y sintético. Algunas de estas palabras eran: ponos, asociada a actividades que producían fatiga y dolor; banausía, aludía a una tarea mecánica y repetitiva; ergon, que representaba la fuerza para plasmar una obra (nuestra palabra moderna “ergonomía” deriva de esta palabra griega antigua); sjolé o skholè, que estaba vinculada con la actividad contemplativa y reflexiva (nuestra
  3. palabra moderna “escuela” deriva de esta palabra griega antigua); techne,

    que remitía a la pericia y a la destreza (nuestra palabra moderna “técnica” deriva de esta palabra griega antigua); poiesis, entendida como creación o fabricación (nuestra palabra moderna “poesía” deriva de esta palabra griega antigua); y praxis, que significaba acción y realización. En la Grecia Antigua (cuya historia suele dividirse en los períodos arcaico, clásico y helenístico) la jerarquía de las actividades se ordenaba según el grado más o menos importante de dependencia en relación a otros hombres. El ideal individual y social que describen Platón y Aristóteles consiste en liberarse de la necesidad (autonomía), para dedicarse a actividades libres, es decir actividades ético-morales y políticas que no apuntan a otra cosa que a ellas mismas, que tienen en sí su propio fin. A la pregunta de saber si el artesano (que no es un esclavo) puede ser un ciudadano, estos filósofos contestan por la negativa: esclavos y artesanos son sumisos a la necesidad, están obligados a la reproducción de las condiciones materiales de vida especialmente para otros, por lo cual no disponen de la libertad necesaria para participar de la determinación del bienestar de la ciudad (participación en política). Según esta concepción, quien consagra su vida al trabajo depende más de otros que de sí mismo, y por eso no puede participar en política. Aristóteles va a definir al hombre (al ser humano) como zoon politikón –animal político-. Por lo tanto, tenemos aquí una valoración negativa del trabajo, que se va a extender desde los esclavos hacia toda la fuerza de trabajo (no esclava) empleada en tareas manuales: campesinos, artesanos, etc. Asimismo, la separación tan drástica entre actividad manual (trabajo) y actividad intelectual (reflexión filosófica y científica) generó un fenómeno paradójico en la cultura griega antigua: si bien produjo grandes avances en el campo de las ciencias formales (lógica, matemática), fue incapaz de traducir ese desarrollo en innovaciones técnicas eficaces (no convirtió la ciencia en tecnología). La geometría de Euclides por ejemplo, parece haber surgido con el solo propósito de probar que la geometría, en tanto estructura o sistema de pensamiento deductivo, no obedece más que a sí misma… Foto: Partenón PARA RELACIONAR En la antigüedad y para favorecer los intercambios, se crea la moneda metálica (dinero), que sustituye los objetos que antes se utilizaban como unidades de medida, alcanzándose así un valor garantizado, fácil de transportar, susceptible de atesorar, y con una efigie que simbolizaba el poder que respaldaba dicha moneda metálica. Según Heródoto (historiador griego) los primeros que acuñaron monedas de oro y plata fueron los lidios (en territorio de lo que hoy es Turquía), en el siglo VII a. C. Esto supuso una evolución con respecto a las limitaciones propias del trueque como sistema de intercambio. Sin embargo, el uso generalizado de la moneda metálica provocó también trastornos entre los campesinos: el préstamo a interés generó endeudamiento y la concentración de la propiedad de la tierra.
  4. El Imperio Romano y la larga Edad Media Méda nos

    dice que la representación de lo que llamaremos más tarde trabajo no encuentra mayor cambio en esta etapa. Se establece una gran oposición (retomada de los griegos antiguos) entre el otium apreciado y el negotium despreciado. El trabajo sigue sin determinar el orden social, ni está en el centro de las representaciones que la sociedad hace de sí misma. En este sentido, la idea cristiana de que el trabajo es a la vez un acto divino (la Creación sería un “trabajo” debido a que Dios “descansó el día séptimo”) y un acto humano, porque así se acostumbra a traducir el castigo divino en la expulsión de Adán y Eva del Paraíso: “trabajarás con el sudor de tu frente”, es en realidad una interpretación tardía, moderna (siglo XIX), de las escrituras bíblicas. Ahora bien, será San Agustín quien exprese mejor las transformaciones que se van sucediendo: el otium, sinónimo de ocio cultivado y alabado durante todo el período antiguo, se vuelve ahora sinónimo de pereza. Sin embargo, el trabajo no es todavía valorizado positivamente: lo que llamaremos más tarde trabajo es solamente una ocupación, un instrumento de lucha contra la pereza y hasta contra las malas tentaciones que nos desvían del objeto principal: la oración. Hay todavía un desprecio por la ganancia y un desinterés por lo terrenal. Santo Tomás desarrolla la idea de utilidad común, convirtiendo de esta manera en lícitas cierto número de profesiones, oficios, actividades y tareas. Veamos otro aspecto del asunto. Las formas que adopta el trabajo en la Roma antigua no difieren sustancialmente de las adoptadas en la Grecia antigua. Sin embargo, el tratamiento jurídico aplicado al concepto de trabajo en la Roma antigua sí constituye un aporte. Se destaca la contribución que hicieron los juristas romanos en el ordenamiento de las relaciones económicas, al legitimar los derechos de la propiedad privada, garantizando la libertad contractual. Como los griegos, los romanos consideraban al esclavo una cosa, no una persona. Por lo tanto, no hay relación de trabajo entre el esclavo y su dueño, pues semejante relación es parte del derecho de propiedad privada que un ciudadano puede ejercer. Pero el asunto se complejiza cuando el dueño no ocupa a su esclavo, sino que lo alquila a un tercero. Siendo el esclavo una cosa, será preciso aplicar la forma jurídica del alquiler de cosas. Por ello, el alquiler de servicios surge como un apéndice del alquiler de bienes, aunque en rigor la cosa alquilada no es el esclavo sino sólo su fuerza de trabajo. De esta manera, el esclavo empieza a “comunicar” (transferir) su calidad jurídica de cosa a la actividad de trabajo que ejecuta. En adelante, los mismos términos jurídicos se desplazaron a trabajos que no eran ejecutados por esclavos, sino por personas libres. En dichos contratos, el trabajador no actuaba como contratante sino como contratado, como objeto del contrato, como una cosa cuya actividad constituye la materia del contrato. El derecho romano marca así, el antecedente del alquiler de servicios del derecho civil moderno: la actividad del trabajador, por vez primera, se trata como objeto. La decadencia del Imperio Romano fue también la disolución de una economía de raíces esclavistas. Los latifundios, poseídos por las clases adineradas de Roma y trabajados por esclavos, fueron cediendo paso a un nuevo modo de producción que sería dominante durante el medioevo: la propiedad feudal y la relación entre señor y siervo (durante la época medieval, dos instituciones fueron fundamentales: primero el feudo rural que cobijaba a los campesinos, y posteriormente el gremio urbano que cobijaba a los artesanos). A diferencia del esclavo, el siervo fue, aunque parcialmente, propietario de sí mismo y de los frutos de su trabajo, si bien debía destinar gran parte de su producción a su señor. Los pequeños productores (campesinos y artesanos) contaban, a diferencia de los esclavos de antes, con la posesión de sus capacidades corporales e intelectuales, y con la libertad de aprovechar la propia inventiva e imaginación a fin de aligerar su trabajo. Esta porción de libertad contribuyó a incrementar la ¿Sabías qué…? En el tercer milenio a. C., está documentado el uso de las palancas (la palanca, que transmite fuerza y desplazamiento, es la primera de las llamadas “máquinas simples” usada por el hombre, y resultó fundamental para un sinfín de actividades laborales) lo cual supone el conocimiento de algunas leyes de la física (Arquímedes: “dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”).
  5. productividad del trabajo: el crecimiento general de las fuerzas productivas

    de la que disponían campesinos y artesanos, dio origen a un cambio en el modo feudal de producción, entre los siglos X y XIII. Gracias a este incremento en la productividad del trabajo, se generaron excedentes, y esto repercutió a su vez en un desarrollo urbano (pequeñas ciudades o burgos) ya que fue en los centros urbanos donde se intercambiaban los productos destinados a la venta y no al auto-consumo. Todo esto activó también la aparición de préstamos de dinero (el crédito) que acompañan al comercio. En el siglo XV esto evolucionó hacia una ruptura del sistema feudal. Génesis de las sociedades fundadas sobre el trabajo Antes de ingresar de lleno en la explicación de lo que Méda denomina “las tres capas de significación” que nutren el concepto actual de trabajo (capas que se generaron entre los siglos XVIII y XIX), debemos detenernos en ciertos desarrollos anteriores, que funcionan como antecedentes históricos. Nos referimos a sucesos acontecidos en los primeros siglos de la Edad Moderna, durante los siglos XV, XVI y XVII. Nos vamos a detener en dos episodios de la historia cultural: el Renacimiento y la Reforma Protestante. El surgimiento del capitalismo en su modalidad mercantil (siglo XV) coincide con la consideración abstracta del trabajo como un valor de cambio entre otros. Pero simultáneamente, el humanismo renacentista eleva el trabajo al rango de actividad creadora e inventora. El Renacimiento fue un movimiento cultural generado en Europa occidental durante los siglos XV y XVI en el ámbito de las artes y las ciencias. Fue un período de transición entre el final de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna. El término «Renacimiento» remite a una reivindicación de PARA AMPLIAR En la época de esplendor del Imperio Romano, la cultura griega en proceso de decadencia penetra sin embargo en “la ciudad eterna”, los dioses romanos se helenizan y se asimilan completamente. Los dioses que se vinculan con el trabajo son: Minerva es la diosa del comercio y de la industria; Mercurio es el dios del comercio; Marte es el dios de la agricultura (antes de convertirse en el dios de la guerra). ¿Sabías qué…? La etimología de nuestra palabra actual “trabajo” nos remite a la Edad Media, pues proviene del latín tripalium, una herramienta consistente en un armazón de tres patas que servía para “atormentar” (darle forma) a la materia sobre la cual se trabaja, pero que luego fue usada también como instrumento de tortura. Por eso tripaliare, o sea trabajar, significaba hacer sufrir, y el verdugo era denominado “el trabajador”…
  6. ciertos elementos de la cultura clásica griega y romana para

    oponerlos a la doctrina medieval de la Iglesia. Para el humanismo renacentista, los valores supremos son la razón y la voluntad. El hombre es “voluntad racional” (o razón voluntaria). En esta noción de voluntad racional se unifican el pensar y el hacer. A diferencia de los griegos antiguos, los renacentistas unieron el conocimiento científico a la pericia técnica. Leonardo da Vinci dijo: “el hombre es ojo abierto sobre el mundo, no sólo lo abraza y lo mide, no sólo usa de él y lo goza, sino que sabe vencerlo y lo domina”. La ciencia que surge, que formó el eje del modo de pensar moderno, nutre y se nutre de la técnica. Así, razón y voluntad, saber y poder, ciencia y técnica se unen en el modelo humanista renacentista. En cuanto a la Reforma Protestante, lejos de ser una tendencia modernizadora que acompañó la gradual flexibilidad y laxitud de la Iglesia católica frente al capitalismo mercantil que estaba surgiendo, ella fue más consistente con una ética y una moral de contención que con la lógica competitiva e individualista que se estaba instalando. Entre otras cosas, protestaban por el “comercio” que se había generado en el seno de la Iglesia Católica en relación con las “indulgencias”, los perdones que sacerdotes daban a pecadores… La Reforma Protestante reaccionó contra la creciente tolerancia eclesiástica frente al espíritu laico del capitalismo mercantil y de la vida en las cortes renacentistas. Sin embargo, la ética protestante no se constituyó en un obstáculo para el espíritu capitalista, sino todo lo contrario. En este sentido, como doctrina fue fuertemente ambivalente. A la vez que constituyó un freno al avance del clima permisivo que se estaba instalando, fue, por otros aspectos de su contenido, un poderoso fundamento para el desarrollo del capitalismo. Es una doctrina que compaginó originalmente la subordinación al mandato divino, con la iniciativa personal emprendedora. El trabajo, factor de producción Dice Méda que la “invención del trabajo” va a transcurrir durante los siglos XVIII y XIX, en tres tiempos, tres épocas, cada una va a agregar una capa de significación suplementaria, sin nunca substituirse a las anteriores. La primera época es durante el siglo XVIII, cuando el término “trabajo” encuentra su unidad. Va a ser posible decir “el” trabajo a partir del momento en que cierto número de actividades que no estaban relacionadas hasta ese entonces, que eran regidas por lógicas diferentes, van a volverse suficientemente homogéneas como para ser reunidas en un solo término. Adam Smith (economista escocés) ve que el trabajo es ante todo una unidad de medida, un instrumento que permite que sean comparables las diferentes mercancías. Su esencia es el tiempo (el tiempo que demanda producir cada mercancía). Instrumento de la comparabilidad de toda cosa, el trabajo se vuelve al mismo tiempo, en la filosofía smithiana, el fundamento del orden social y del lazo social (mientras que en la Edad Media había sido la religión. Según ciertas interpretaciones, etimológicamente “religión” proviene del latín religare: Dios creó al ser humano como su más importante creación, pero este acto supuso una separación entre El Creador y lo creado; la religión entonces sería el vehículo para “volver a ligar” a ambos). La teoría del valor-trabajo de Smith (la premisa según la cual la mercancía vale el trabajo en ella incorporado) convierte al trabajo en parámetro abstracto y despersonalizado: a la vez que lo cosifica, lo universaliza y le asigna PARA RELACIONAR Tanto Lutero como Calvino, representantes de la Reforma Protestante, rompieron con la idea de que el ascetismo debía implicar apartarse o alejarse del mundo (enclaustramiento monacal). A partir de ellos, la severidad monástica se convirtió en rigor profesional. Este cambio conllevó otro cambio, se pasa de “trabajar para vivir” a “vivir para trabajar”. Y la consecuencia no buscada de una vida de austeridad y abstinencia consagrada a la profesión, fue la acumulación de capital, la obtención de ahorro que se convirtió en inversión. La paradoja del protestantismo es que alienta el esfuerzo incesante y, a la vez, la renuncia incesante al disfrute (consumo) de ese esfuerzo. De esta manera, la ética protestante se convirtió en un resorte fundamental para la difusión y propagación del espíritu capitalista.
  7. máxima importancia, pues remite el valor de todas las cosas

    a él. La mano invisible convierte el interés egoísta de cada uno en el bien común de todos. Dice Adam Smith, fundamentando su teoría del valor-trabajo: Cantidades iguales de trabajo deben ser, en todo tiempo y lugar, de un valor igual para el trabajador. Así, el trabajo, que no varía nunca su propio valor, es la única medida real y definitiva que puede servir, en todos los tiempos y en todos los lugares para apreciar y comparar el valor de todas las mercancías. Gracias a mi trabajo, no solamente puedo obtener los medios para vivir, sino que mi trabajo, mi facultad de mejorar lo existente, es el fundamento de mi capacidad de adueñármelo, como lo subraya John Locke (filósofo inglés). Para Locke la función del Estado es precisamente garantizar la propiedad privada: de este modo, su filosofía política supone un principio de egoísmo individualista. También en Thomas Hobbes (filósofo inglés), para quien el egoísmo individualista es la esencia del hombre. Esta idea está también presente en William Petty (economista inglés) para quien este principio es el que mueve las acciones de los hombres. Así como vimos la cuestión del trabajo desde la óptica de dos movimientos intelectuales como el Renacimiento y la Reforma Protestante, veamos ahora el aporte de otro movimiento intelectual: la Ilustración. Al respecto, podemos señalar que varios años antes de la Revolución Francesa, Diderot y d'Alembert editaron una obra monumental, la Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios, que reúne textos e imágenes sobre los oficios de la época. Las máquinas, herramientas y técnicas manejadas por las manos humanas son presentadas como cosas positivas y útiles. En esas representaciones todo es armonioso, nada es conflictivo, los trabajadores parecen felices al realizar su tarea. Claramente podemos apreciar aquí el cambio desde una valoración negativa del trabajo a una valoración positiva del trabajo. El trabajo, esencia del hombre Según Méda, en los veinte primeros años del siglo XIX todos los textos se hicieron eco de una misma transformación: el trabajo no era solamente una pena, un sacrificio, un gasto, sino también una “libertad creadora”. De este modo el trabajo (o en un sentido más amplio, la cultura y lo creado) sería, para toda la eternidad, la oposición a la naturaleza y a lo dado. Nadie como Karl Marx reconocerá al trabajo como la actividad propiamente humana: toda actividad verdaderamente humana se llama trabajo y el trabajo es la única actividad verdaderamente humana, con la cual el hombre se distingue definitivamente del animal. El trabajo es así la esencia del hombre. Mientras que para Georg Hegel el trabajo es solamente una de las múltiples maneras de poner en valor al mundo, de asegurar esa tarea de espiritualización de la naturaleza, junto con la religión, la ciencia, la filosofía, el arte, la PARA AMPLIAR El antropólogo norteamericano Marshall Sahlins sostiene que la cantidad de trabajo no disminuye sino que aumenta con la evolución de la cultura a través de la historia, refutando así una creencia común: “con todos los recursos tecnológicos que tenemos hoy, la vida es más cómoda y confortable que antes, porque las máquinas hacen el trabajo que antes debíamos hacer nosotros mismos”. PARA AMPLIAR La Ilustración fue un movimiento intelectual surgido en el siglo XVIII, sobre todo en Francia – los enciclopedistas Denis Diderot y Jean d’Alembert, Montesquieu, Voltaire-, Gran Bretaña y Alemania, que se caracterizó ante todo por su optimismo en el poder de la razón y en la posibilidad de reorganizar a fondo la sociedad en base a principios racionales.
  8. política, la educación; Marx en cambio va a reducir esa

    pluralidad y elegir, dentro de todas esas actividades, solamente una y una sola manera de hacer advenir a lo humano: el trabajo, en su forma más industrial, la producción. Es como si de repente se hubieran fijado sobre la esfera de la producción todas las expectativas y todas las utopías: de ella vendría no solamente el mejoramiento de las condiciones materiales de vida sino también la plena realización del individuo y de la sociedad. No obstante, Marx sabe muy bien que el trabajo no es aún esta libertad creadora. Se volverá así sólo cuando produzcamos libremente, o sea cuando se produzca la abolición de las clases sociales y de la relación salarial. El trabajo, sistema de distribución de los ingresos, de los derechos y de las protecciones La tercera etapa fue teorizada por la socialdemocracia alemana del final del siglo XIX, que consiste en recuperar la herencia socialista (la creencia en el carácter realizador del trabajo) pero sin la intención de suprimir la relación salarial, ya que la socialdemocracia alemana convierte al salario en el canal por el cual se difundirán las riquezas y la vía por la cual un orden más justo y verdaderamente colectivo se instalará progresivamente. A partir de este momento, el Estado está encargado de una tarea doble: ser garante del crecimiento y promover el pleno empleo. PARA RELACIONAR El trabajo según Marx. En los Manuscritos económicos y filosóficos, las ambivalencias no son asumidas por Marx como propias de la naturaleza del trabajo, sino como expresión de las contradicciones históricas entre trabajo y capital. Contradicciones históricas que es necesario abolir para permitir el libre desarrollo de las potencialidades humanas a través del proceso social del trabajo. Marx señala la contradicción de la economía política clásica respecto del trabajo, para la cual: por un lado, todo se compra con trabajo, y el capital no es otra cosa que acumulación de trabajo; y por otro lado, el trabajador, lejos de poder comprarlo todo, debe venderse él mismo. En la medida en que la división del trabajo aumenta la productividad del trabajo y enriquece al empresario (acumulación de capital), empobrece al trabajador y lo reduce a factor de producción. Y la economía política clásica considera esta situación como natural. El capitalista tiene la libertad (puede elegir) de comprar o no comprar fuerza de trabajo, pero el trabajador tiene la necesidad (no puede elegir) de venderla. ¿Sabías que…? El trabajo según Hegel. En la Fenomenología del espíritu, Hegel concibió al trabajo como actividad mediante la cual el espíritu desarrolla sus potencialidades y, al mismo tiempo, como actividad mediante la cual el espíritu deviene algo distinto de sí mismo (contradicción). El trabajo realiza y a la vez aliena el ser; sin el trabajo el sujeto no es nadie, pero con el trabajo el sujeto deja de ser lo que era. Esto implica una dialéctica progresiva, un proceso que va de dejar de ser lo que uno era, a llegar a ser lo que está contenido en las potencialidades de uno. El trabajo es la forma en que el individuo sale de sí mismo y se proyecta hacia un mundo que transforma y hace suyo (lo subjetivo deviene objetivo: esto implica una alienación, pero en un sentido positivo).
  9. Bibliografía de referencia Méda, Dominique: “¿Qué sabemos sobre el trabajo?”,

    traducción de Le travail, Ed. Presses Universitaires de France, collection «Que sais-je?» n° 2614, 3ème édition 2007, capítulo 1. Recuperado de: http://www.trabajo.gob.ar/downloads/estadisticas/2007n04_revistaDeTrabajo.pdf Hopenhayn, Martín (2001): Repensar el trabajo. Historia, profusión y perspectivas de un concepto. Buenos Aires, Grupo Editorial Norma. Neffa, Julio (2003): El trabajo humano. Contribuciones al estudio de un valor que permanece. Buenos Aires, Grupo Editorial Lumen. Watson, Tony (1994): Trabajo y sociedad. Manual introductorio a la sociología del trabajo, industrial y de la empresa. Barcelona, Editorial Hacer.